Educar es lo mismo
que poner motor a una barca…
hay que medir, pesar, equilibrar…
… y poner todo en marcha.
Para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia
concentrada.
Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera
enarbolada.
En este poema de Gabriel Celaya nos enseña que el educador debe ser paciente y debe crecer con el alumno. El profesor acompaña al alumno en su camino pero el alumno "dará fruto" mucho más adelante. El profesor deja huella en los alumnos, en cada uno le aporta lo que necesita para su crecimiento.
La formación del profesor no se da sólo a lo largo de sus años de carrera sino que es a lo largo de toda su vida profesional.